La brega con acusados y confinados: Una perspectiva pastoral-Segunda parte
Rev. Juan Luis Santos
En el artículo anterior señalamos cuatro elementos presentes en la personalidad de un cliente que busca y espera una buena representación legal de su abogado. Éstos, cuando son analizados apropiadamente, revelan una subcultura social. Conocer ese ambiente es beneficioso para el abogado defensor porque así puede tener claves para descifrar el comportamiento, actitudes y expectativas de su representado. Así también, a fiscalía le conviene tener el mismo conocimiento porque igualmente lo pone en condición de poder preparar su caso, aunque desde una perspectiva totalmente contraria a la defensa. Mientras ésta busca la absolución, la otra, la condena, aunque ambas posean el mismo conocimiento de la subcultura del acusado. Interesante dicotomía, interesante realidad. Una buena comunicación facilita el flujo comunicativo entre abogado y cliente, fortaleciendo en cierto modo la confianza mutua. Una buena comunicación es base para el buen entendimiento entre las dos partes. Anteriormente señalamos que estos cuatro elementos fundamentales que afectan positiva o negativamente esa relación son: 1) el concepto de ¨sentido común¨, 2) ¨los supuestos de la vida¨, 3) qué es la subcultura carcelaria y 4) vocabulario, jerga, frases y jerigonzas propias de los confinados.
Concluimos nuestro artículo anterior señalando que en el aspecto de vocabulario, persisten unos términos que dibujan el entorno del cliente, muy especialmente si ya está encarcelado, ya sea sumariamente o sentenciado. En ese primer artículo, además, les invité a tratar de descifrar el mensaje contenido en un verso de una canción de «salsa» cantada por un fallecido artista musical de nombre Ramón Luis Ramírez Toro. Quizá con su nombre propio nadie lo podría identificar, pero, si decimos «Chamaco» Ramírez, rápidamente lo recordaremos.
Él cantó por mucho tiempo con una de las mejores orquestas de los años 70, 80 y 90: la Orquesta de Tommy Olivencia. Chamaco Ramírez fue conceptuado un buen cantante y compositor, pero mejor improvisador de versos y estribillos para su estilo de música popular. Estuvo preso por un tiempo, y cuando salió a la libre comunidad grabó con esa orquesta uno de los mejores discos de larga duración de la música latina de todos los tiempos: Planté bandera. Para esa época de preso el también buen cantante Simón Pérez ocupó su lugar, sin embargo, a la salida de Ramírez de la cárcel, aunque se trató de mantener ese binomio de Simón Pérez y Chamaco Ramírez, parece que no se pudo. Pérez se fue de la orquesta y Chamaco Ramírez se quedó con Olivencia. De ahí se dice que surgió este número musical muy escuchado y que en cierto modo dio comienzo a lo que hoy se conoce como «tiraera». La ¨tiraera¨ no es solo del reguetón, sino que comenzó con la salsa. He aquí la primera estrofa de esa canción que estableció cierta rivalidad entre esos dos cantantes. Esa conducta era muy común entre los cantantes de esa época, máxime si habían estado presos y pertenecían a bandos sociales contrarios (Ñetas, Los 27 y otros bandos como Llorens, Nemesio Canales, Manuel A. Pérez y otros). He aquí ese verso:
«Yo sé que no te gustó que yo plantara bandera,
Pues, como dice mi voz, oye sonero, se repite donde quiera.
Tú que creías que eras el dueño de todo
y me decías que el mundo andaba a tu modo.
Y de repente llegué, sin echármelas de fiera,
Y te resultó al revés, porque yo planté bandera».
Así, pues, entre barrotes y partituras musicales se entretejió un lenguaje interesante que los abogados se vieron antes y se ven hoy día obligados a conocer. Pero, no nos alejemos de la propuesta inicial: descifrar lo que significa el verso que les propuse desde un principio. La canción de referencia la compuso y la cantó Chamaco Ramírez, y su título más sugestivo no podía ser: Adivínalo. El álbum lleva por título ¨Alive and Kicking¨ (Vivito y coleando) del 1979. He aquí el verso que es el coro de la composición:
¨Blanco es, frito se come…
Gallina lo pone…
¡¡¡Y huevo no es!!!
Muchos habrán intentado descifrar el estribillo, pero creo que les ha sido difícil. Sin embargo, con un breve recuento algunos podrán entender el mensaje. Para los años 80 hubo gran polémica con varias normas carcelarias. Por las múltiples peleas y muertes en las cárceles, se comenzó a ser más restrictivo. Uno de los renglones que se afectó fue el control de la «comelata». Antes se podían llevar en bolsas comestibles tales como galletas, jamón, queso y muy, muy especialmente el jugo en polvo. La marca favorita era Tang. Al momento de la visita, el confinado recibía una boleta de la Comisaría, donde luego se le entregaba a cada confinado su comelata y su «paquetito», que incluía pasta de dientes, jabón de baño en barra y desodorantes sólidos.
La Administración de Corrección se dio cuenta de que los familiares se las ingeniaban para introducir drogas: vaciaban la pasta de dientes, introducían la droga en el tubo y luego, con una jeringuilla grande, volvían a introducir parte de la pasta de dientes en el tubo. Partían los jabones por la mitad, le hacían un hueco en las dos mitades y ahí colocaban marihuana, cocaína o heroína. Luego, de manera ingeniosamente «brutal» lograban pegar las dos mitades del jabón, lo envolvían en el empaque original y «pa´dentro». Los confinados eran locos con la Biblia, pero no por quererla leer, sino porque sus páginas gloriosas servían de papel para enrollar marihuana. Por eso, durante un tiempo, se les prohibió tener una.
Ahora, dependiendo del tipo de papel, se les permite tener una. Cuando se descubrió el «truco», la Administración comenzó a decomisar pastas de dientes y jabones «premiados». Los confinados se rebelaron; hubo grandes protestas, pero las normas se mantuvieron. Por eso ahora hay máquinas para la venta de comida y refrescos, y se le abre una cuenta de depósito al confinado, quien recibe un comprobante de su depósito y entonces puede ir a Comisaría a comprar. Otro artículo que se le eliminó fue el famosos jugo Tang, por su alto contenido de azúcar. Pero, no crean que fue por la salud de los diabéticos. Los confinados hacían el jugo con agua, dejaban asentar el azúcar, la volvían a mezclar con agua, la fermentaban, y así hacían una fuerte bebida alcohólica cuyo nombre no recuerdo en este
momento. Tan fuerte era el efecto de esta bebida, que para esos años de los 80 los líderes de los bandos carcelarios prohibieron su uso porque quien lo bebía perdía el control y se tornaba extremadamente violento, y hasta provocaba el querer fugarse. A quien sorprendieran usando ese licor «lo prendían», es decir, le daban tremenda pela. Por eso, a veces, los abogados, cuando iban a visitar a sus clientes a prisión y los veían golpeados, pensaban que estaban «abusando» de ellos, pero los clientes no decía «ni papa» de lo que pasaba adentro, porque esa es la ley de los de adentro.
Otro elemento conflictivo fue el cambio de la vestimenta del confinado, de camisa y pantalón, al mameluco. El mameluco era una vestimenta de una pieza que, según el confinado, era inadecuada, principalmente, por lo calurosa y lo poco práctica para ir al baño. Esa se la apuntaron los presos, pero, detrás del asunto estaba el hecho de que el mameluco no ayudaba mucho para esconder la droga entre las piernas y el ano. Relacionado con esto fue que entonces se comenzaron a usar los perros K9 para «marcar» a aquellos y aquellas que venían a visitar a su familiar preso. Además, se instituyó el registro de ropa, zapatos e incluso se podía llegar al extremo de pedir la remoción de ropa en casos en que el perro K9 marcara a alguien, indistintamente fuera hombre o mujer. Nuevamente se planteó el asunto de derechos humanos y respeto a la intimidad. Por eso se comenzó a contratar guardias penales mujeres para trabajar en prisiones de mujeres.
Ahora bien, persiste el enigma del estribillo de la canción Adivínalo:
¨Blanco es…frito se come…
Gallina lo pone, y huevo no es.¨
Descifremos: 1) Blanco es… heroína y/o cocaína…2) frito se come…Éstas se «cocinan» con agua en una cuchara hasta que el polvo se diluye, hierve y parece que se está friendo…3) gallina lo pone…la fémina que visitaba al confinado, ya fuera su esposa, su madre o hermana, llevaba el «paquetito» introducido en su vagina, iba al baño y allí lo ponía (expulsaba) como las gallinas ponen los huevos. Entonces se activaba el operativo interno. Un confinado que fungía de «conserje», entraba a «limpiar» el baño de las damas, tomaba el encargo, lo ponía rápidamente entre sus piernas dentro del pantalón, y los más avezados, que frecuentemente era un homosexual, se los colocaban en el ano, y ya usted se imaginará por qué. En muchos casos el operativo era exitoso para los confinados, pero ya la metodología ha cambiado. La introducción de máquinas de rayos X, el uso continuo de los K9, y la inclusión de otras tecnologías han obligado a que los confinados hayan modificado su modo de introducir su droga a la cárcel.
Pero, sigue habiendo tráfico en la cárcel, tanto o más que antes. Porque, como dijo el escritor Quevedo: «Poderoso caballero es don Dinero».
Como se ha podido apreciar, con todos estos elementos subculturales, tanto el pastor, el capellán, el amigo consejero y, por supuesto, el abogado tienen que trabajar arduamente con su cliente para poder desplegar correctamente sus ministerios espirituales y legales, respectivamente. Este trabajo es más duro al principio de un encarcelamiento. La persona entra a un nuevo mundo: a un ambiente controlado, normatizado y al mismo tiempo descaradamente público. Ya tú no te mandas, te manda otro. Ese otro es el personal penal, es tu sociopenal y también el líder de la organización de presos que domina esa prisión. Te bañas con otros en las duchas comunes…haces tus necesidades sanitarias frente a otro compañero de galera o celda…ya no tienes control remoto para ver el programa televisivo de tu predilección…si no te levantas temprano te quedas sin desayuno…si no llegas a tiempo al comedor te quedas «tumbao». Miren esta estrofa interesantísima de la misma canción:
«Queda otro chance para entrar al comedor…yo por la tarde lo que como es café y
pan…tengan cuidado cuando cocine «el Bembón», seguramente se pueden envenenar».
Si te tardabas, había problemas…comías de acuerdo con quién cocinaba…si el que cocinaba era de tu bando, no había problema, si era de otro bando, hasta te escupían la comida. Por eso, cuando uno visita a un confinado tiene que estar pendiente de todos estos elementos. Cada uno de ellos pueden cambiar el humor de un confinado. Así, entonces, muchas veces, más que abogado, hay que ser sicólogo y, en el caso del pastor, hay que llegar a ser psiquiatra.
Entonces, el sociopenal, el guardia penal, y todo el que tiene el control de la libertad de este cliente lo bombardean con la frase clásica: «Tienes que acostumbrarte a esta vida». A eso se le llama en el sistema «hacer ajustes institucionales». ¿Soportar el mal olor de la axila de otro? ¿Resistir el «perfume de gardenias» que lanza al aire como torpedo invisible tu compañero de celda? ¿Aguantar estoicamente los gases lacrimógenos del del lado o él soportar los tuyos? ¿Ajuste institucional? Por eso es que muchos confinados, al ser visitados, o los clientes, al ser entrevistados por su abogado, se muestran agresivos, desesperados e incluso depresivos, a riesgo de un suicidio. Y es nuestra responsabilidad captar dicho estado anímico, para ayudarlo, ya sea en el campo de lo espiritual como en el legal. Si se logra esa atención, entonces nuestro cliente podrá, como dice otra frase lapidaria entre los confinados, «hacer
buen tiempo».
En nuestro próximo artículo analizaremos cómo el confinado enfrenta el tiempo dentro de la institución y cómo se expresa de su realidad inmediata. Además, tomando como ejemplo práctico la situación de un recién confinado y su problemática en cuanto a su sentencia, cómo lo presionan adentro.