José Trías Monge: De poeta a constituyente al jurista mayor
Héctor Luis Acevedo
Transita la vida inspirada por seres iluminados que abren caminos, forjan realidades y nutren a los pueblos de esperanza. Los grandes desarrollos vienen de la mano de líderes que intiman veredas del quehacer adelantados a sus tiempos. Esa jornada viene acompañada de talentos y sacrificios. El primero permanece inerme, sueño trunco, si no lo fertiliza el trabajo duro, disciplinado, de entrega total y de la pasión que se comunica con el ejemplo.
Puerto Rico ha tenido una siembra de líderes que impulsaron al país, alargando vidas en más de veinticinco años, mejorando oportunidades de educación de 5,500 universitarios a 250,000, de darle hogar propio a nuestro pueblo trabajador en mayor grado que Estados Unidos, de trabajo digno, y de que nadie muera de hambre ni por falta de servicios médicos; de instituciones judiciales respetadas. Esos logros históricos se le están diluyendo al país a pasos agigantados.
Los pueblos que ignoran o no valoran su historia son “arcilla fácil para la mano ajena” y se los llevan los vientos de ocasión. El sentido de cultura propia, de valorar su épica y sus héroes del quehacer colectivo, le sirve de ancla en el temporal y de dirección veloz en el diario luchar. En ese peregrinar los maestros son importantes. Nos abren rutas de entendimiento.
No se puede entender lo que no se conoce, no se puede superar lo que se ignora, no se puede querer ni juzgar desde el vacío. Por ello hay que lanzarse con ánimo entusiasmado a conocer mundos nuevos y anteriores, seres que forjaron realidades nuevas superando fronteras propias y colectivas.
El centenario de Don José Trías Monge nos brindó la oportunidad de promover el estudio de su gesta y de su biografía. El Consejo Asesor del Centro para el Estudio de las Dinámicas Políticas de la Universidad Interamericana acordó por unanimidad dedicar el X Junte de Tres Universidades a su figura.
Este Consejo compuesto por Liana Fiol Matta, Luis González Vales, José Luis Colón González, Néstor Duprey Salgado, José Roberto Martínez, Antonio Quiñones Calderón, Carlos Zapata Oliveras y este servidor, estimó que su aportación al campo de derecho, como constituyente y jurista merecían la estima y el estudio que se les brinda a los forjadores de instituciones y pueblos.
Nadie en nuestra historia de pueblo ha creado una aportación como jurista de esa envergadura. Doctorado en derecho en Harvard y Yale, creador de la tesis de una judicatura integrada, constituyente, secretario de Justicia, autor de Historia constitucional de Puerto Rico, Teoría de Adjudicación entre otros libros, defensor continuo del legado civilista del derecho y juez presidente de nuestro Tribunal Supremo por once años.
Se convocó a los jóvenes Ana Calzada Martínez de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, a Diego J. Fernández del Recinto de Mayagüez (UPR), a Juan Rosa Aldea de la Universidad Interamericana y a Joel Cosme Morales de la Escuela de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico. Estos jóvenes es su tiempo libre y por vocación patriótica le dedicaron su tiempo y entusiasmo al proyecto. Se dividieron los temas en relatos biográficos, el constituyente, el jurista y el político como apreciarán en sus escritos.
La actividad se celebró el 6 de febrero de 2020 y contamos con la presencia de jueces y allegados incluyendo, a la exjuez presidenta Hon. Liana Fiol y al juez Asociado de dicho foro Hon. Ángel Colón Pérez y la exjuez Lady Alfonso de Cumpiano de la Comisión Conmemorativa del Colegio de Abogados de Puerto Rico.
El fruto de las ponencias de los cuatro participantes se publica en este esfuerzo editorial.
Recuerdos de Trías Monge
Conocí a Don Pepe, como todo el mundo le llamaba a través de su leyenda. El gobernador Rafael Hernández Colón valoraba su opinión con gran deferencia y admiración. De hablar pausado a veces se hacía difícil de escuchar, pero la elocuencia de sus contenidos, suplían su tono mesurado. Siempre estaba dispuesto a participar en actividades universitarias y su ponencia fue el mensaje principal en la actividad en honor de Don Jaime Benítez que luego se amplió en un libro.[1]
Siendo la Hon. Sila María Calderón, gobernadora de Puerto Rico, se iba a celebrar una conferencia judicial de jueces federales en San Juan. El mensaje inicial le correspondía a ella y le pidió a Don Pepe que preparase un borrador. Esa tradición de preparar mensajes para gobernadores comenzó con Tugwell y Muñoz Marín y siempre le acompañó.
La gobernadora Calderón invitó a un grupo de juristas a discutir el mensaje preparado. Recuerdo que estaban presentes entre otros Rafael Escalera Rodríguez, Antonio García Padilla, Trías y éste que suscribe. Lo gobernadora estaba muy complacida con el mensaje al igual que el resto de los presentes. Casi al terminar la reunión Trías señala que el único que no había dicho nada era yo, y él deseaba conocer mi opinión si la gobernadora le daba permiso. Yo era el menos jurista de los presentes y no iba a decir nada salvo que preguntaran.
Les dije que yo creía, que era un excelente discurso para Trías, pero no para la gobernadora. Expliqué que el mensaje era uno jurídico y que por la complejidad del tema se prestaba a preguntas y comentarios de algunos jueces federales que la podían poner en la defensiva. Me interrumpieron. Trías insistió en que continuara. Me preguntó qué haría yo, y le expresé que ella debía hablar de algo que conociera mejor que los jueces, como era la pobreza y el desarrollo de Puerto Rico, sus grandes luchas sociales y de igualdad de oportunidades.
De momento, cuando me iban a ripostar, Don Pepe dijo que yo tenía razón y que la gobernadora debía descartar su mensaje. Yo no salía de mi asombro. Primero, yo no era quién para criticar un mensaje de una eminencia como él, y segundo, era desechar muchas horas de trabajo. Ese era Trías, su brillantez nunca lo distanció de su humildad, ni de su carácter sereno, ni de lo justo.
En diciembre de 2002 le visité para pedirle una participación en el libro La generación del 40 y la Convención Constituyente. Me dijo que iba a un procedimiento médico en Boston y que la trabajaría cuando regresara. Insistí en que la necesitaba para esas navidades. Suspiró y me dijo: “véngase el 10 de diciembre, a las diez de la mañana y le tengo sus diez páginas”. Y así fue. Ese escrito es su penúltima aportación: Estado Libre Asociado, Raíces, Sentido, Promesa, a la cual haremos alusión más adelante. Su última aportación fue el prólogo del 6 de enero de 2003 del libro de Carmelo Rosario Natal sobre Francisco Carvajal Narváez.[2]
Don Pepe partió de este mundo en Boston luego de complicaciones médicas. Su sentido del deber y su facilidad para la palabra escrita permitieron esos testimonios y uno de los legados escritos más amplios de toda nuestra historia.
Los rumbos de su vocación
Desde temprano en su vida Trías desarrolló un especial talento para la palabra. Nos relata que su primera vocación fue la poesía y por ello su quehacer literario no sólo es de temas jurídicos sino del verso y la prosa poética. Cuando uno lee la descripción de su entorno en el Viejo San Juan se percata de su sensibilidad para la poesía. Veamos:
“La ciudad es esquiva. Ella lo posee a usted, pero nadie puede poseerla. Más pesa el sol sobre sus adoquines o el viento sobre sus murallas que usted con su paso sobre sus venas azules. Deje que ella le marque con su carimbo invisible, pero no pretenda que ella guarde recuerdo de usted. Ella no tiene memoria.”
.. La ciudad cambia con cada latido y cada mirada.
Muchos rincones de la ciudad guardan láminas visibles tan sólo para usted. Repáselas a menudo para que no se lo tornen amarillas y después grises y luego irreconocibles. Protéjalas contra la sal de los días. Ellas componen su guía secreta para el viejo San Juan.”[3]
Entendió que su vinculación a las letras y humanidades complementaba su vocación de jurista. Cualquiera que lea sus decisiones en el Tribunal Supremo es testigo elocuente de gran cultura, y la facilidad para adentrarse en otros idiomas y vertientes del derecho comparado.[4]
Su tránsito por las escuelas públicas de Puerto Rico y por la Universidad son testimonio de la calidad de éstas y del estudiante que por su cuenta siempre fue.
Tuvo la oportunidad de trabajar un verano con el gobernador Rexford Tugwell y luego que conoció a Luis Muñoz Marín fue su colaborador hasta su muerte el 30 de abril de 1980.
Su tesis en escuela graduada tuvo como norte la reorganización de la rama judicial de Puerto Rico. Muñoz lo incorpora como subsecretario de justicia en 1949 cargo que deja para regresar al Universidad a enseñar y la práctica del derecho.
Es durante ese periodo que se le pregunta si la Ley Smith, que Don Leopoldo Figueroa bautizó como la Ley de la Mordaza, era constitucional a lo que contestó que sí lo era, pero no la aconsejaba. Esa participación ha sido objeto de innumerables críticas y controversias, la inmensa mayoría injustas.[5] El escrito de Joel Cosme que se incluye es muy pertinente sobre este particular.
La Constituyente
El 10 de diciembre de 2002 tuve una última reunión con don José Trías Monge antes de partir del viaje del cual nunca regresó vivo. En ella le pregunté sobre cómo se había postulado para la Convención Constituyente y me dijo “eso fue una ocurrencia de Ernesto Ramos. Sin decirme los pormenores me dijo a mí y a Víctor Gutiérrez Franqui, vamos a ver a Muñoz”. En sus Memorias nos relata lo sucedido:
“Al acercarse la fecha para la selección por el Partido Popular de sus delegados a la Convención sin que se determinase internamente quienes serían postulados como delegados por acumulación, Ramos Antonini, Gutiérrez Franqui y el autor decidimos visitar al Gobernador. La conversación en Trujillo Alto con Muñoz, quien ignoraba la razón de la entrevista, comenzó con expresiones de Ramos, ‘Bueno Muñoz, dijo sonreído, ‘es importante decidir quiénes deben presentarse a la asamblea del partido como posibles delegados por acumulación a la Convención Constituyente. Fuera de los cuatro aquí presentes, ¿a quién debe considerarse?’ Muñoz se rió y se procedió a la discusión de los otros nombres. Se habló entonces también de las comisiones que podrían establecerse y de los delegados populares que podrían integrarlas.” [6]
El proceso constitucional fue uno diseñado con mucho cuidado por Muñoz, el Dr. Antonio Fernós Isern, Abe Fortas y Trías. Se hicieron borradores, se discutieron estrategias, se neutralizaron adversarios, se transó con el ejecutivo y el legislativo ponencias y artículos.[7]
La Convención convocó al mejor talento local e internacional bajo el liderato de Pedro Muñoz Amato, director de la Escuela de Administración Pública de la Universidad de Puerto Rico. Así se reclutó al constitucionalista de Harvard Carl Friedrich, Henry Wells, Gordon Lewis, Raúl Serrano Geyls, Antonio J. González, Adolfo Fortier y Francisco Ayala, entre otros.[8] El esfuerzo constituyente incorporó muchos de los mejores talentos del país.
La presidencia de las comisiones permanentes y los puestos en esta fueron reflejo del trabajo de ese equipo, bajo el liderato de Muñoz Marín. Estos fueron: Antonio Fernós Isern, presidente; María Libertad Gómez, primera vicepresidenta; Víctor Gutiérrez Franqui, segundo vicepresidente y presidente de la Comisión de Reglamento y Estilo; Luis Muñoz Marín, presidente de la Comisión de Preámbulo y Enmiendas; Jaime Benítez, presidente de la Comisión de la Carta de Derechos; Luis Negrón López, presidente de la Comisión de la Rama Legislativa; Samuel R. Quiñones, presidente de la Comisión de la Rama Ejecutiva; Ernesto Ramos Antonini, presidente de la Comisión de la Rama Judicial; e Ildefonso Solá Morales, presidente de la Comisión de Asuntos Generales.
La oposición estuvo representada por el Partido Estadista, con su presidente, Celestino Iriarte, Miguel Ángel García Méndez, Luis A. Ferré, Juan B. Soto y Leopoldo Figueroa, entre otros. El Partido Socialista estuvo representado por su presidente, Lino Padrón y Antonio Reyes Delgado, entre otros.[9] El Partido Independentista Puertorriqueño, bajo el liderato de Gilberto Concepción de Gracia, hizo campaña electoral en contra de la adopción de la Constitución y no participó. Por su parte, el Partido Nacionalista, bajo el liderato de Pedro Albizu Campos, impugnó mediante las armas el proceso constituyente.
Trías fue vicepresidente de la Comisión de Preámbulo y enmiendas que presidía Luis Muñoz Marín y miembro de la Comisión de la Rama Judicial que presidía Ernesto Ramos Antonini.
La creación de un solo distrito judicial integrado suponía la eliminación de los nombramientos a un distrito específico lo cual les restaba un gran poder a los senadores de su distrito concernido. Eso se logró gracias al liderato de Ramos y a la intervención crucial de Luis Negrón López.[10] El traspaso de la administración de los tribunales del poder ejecutivo al judicial fue impulsado por Procurador General Víctor Gutiérrez Franqui.[11] Ese ánimo forjador de instituciones requiere una generosidad de espíritus libres de ataduras temporeras que nutren un proceso constituyente de verdad.
Trías interviene en todas las iniciativas de status desde 1949 hasta su muerte en 2003. Su fino entendimiento, su capacidad para el estudio y la producción de textos y ponencias vitales fue parte indispensable de la gestión pública en todas esas décadas. La narrativa que alumbra en Historia Constitucional es un regalo al estudioso y al historiador. Su interés en esos temas nunca menguó a lo largo de cincuenta años.
El comienzo de su obra maestra refleja su pensamiento:
“Esta pequeña isla de la Indias de Occidente, en que se hacinan alrededor de tres millones de habitantes, ostenta la triste distinción de contarse entre los países de más larga y angustiosa historia colonial en el mundo. La historia constitucional de Puerto Rico es un azaroso viaje de enmarañados caminos de rumbo incierto, plagado de esperas interminables, avances comedidos y retrocesos desalentadores, giros, tumbos y caídas, renovada esperanza y sueños rotos. “[12]
Esta obra sin par es un tesoro incalculable para entender nuestro devenir de pueblo y el desarrollo de sus instituciones, sus alzas y bajas y los rasgos de una cultura que se va forjando sobre el yunque de su vida política y su supervivencia como pueblo y como personas.
Al final de los Tomos IV y V hace unas reflexiones finales sobre la cultura política de Puerto Rico y esboza unos bocetos incisivos de personajes que demuestran su capacidad sublime de clasificar la conducta humana. Nos dibuja al:
incondicionalismo, el anexionista confeso, el estadista racional, el independentista retórico, el revolucionario, el independentista estrábico, el autonomista inmovilista, el autonomista asustado, el autonomista asociacionista y el pendular.[13] Y concluye:
“En este país no debe haber lugar para el anexionista confeso, el autonomista apocado o el independentista palabrero o retórico. Tampoco para el puertorriqueño indiferente a su mundo, el contestista o el del oído en tierra.” [14]
Durante su narrativa hace severos juicios sobre el liderato puertorriqueño. El haber vivido en carme propia las tribulaciones del Congreso, la incomprensión y su ejercicio del poder, así como las posturas de nuestro liderato, le hacen criticar severamente su ejecutoria. Claro, no es lo mismo una postura de un jurista de aquel que tiene sobre sus hombros el destino de un pueblo. Ante un planteamiento así cuenta el propio Trías que Doña Inés le dijo:
“¡Que bueno es escribir cuando no se tiene la responsabilidad de firmar![15]
Veamos su juicio sobre nuestros líderes:
“Este estilo obsequioso y apocado de presentar demandas de mayor libertad del Pueblo de Puerto Rico, característico usualmente de la forma en que nuestros líderes se han comportado frente al Congreso a través de la historia, ha contribuido en buena parte, junto a la legendaria torpeza de ese cuerpo en atender los problemas de sus colonias, a la distancia que todavía le queda a Puerto Rico para alcanzar la plenitud de gobierno propio. Muñoz acostumbraba quejarse privadamente de la actitud de los congresistas, a quienes calificaba de monarcas recibiendo las súplicas importunas de sus súbditos. Ese temor al Congreso de gran parte de nuestros líderes, esa renuencia a reclamar con claridad y firmeza los derechos que nos corresponden explican la dualidad de idiomas usualmente empleados por el autonomismo al intentar adelantar la causa del gobierno propio del país. Se emplea un lenguaje meloso y tranquilizante cuando se habla en el Congreso y otro de retórica abultada cuando se califican ante el pueblo los logros alcanzados.” [16]
En mi última conversación con Trías le pregunté sobre su fuerte lenguaje a los derroteros del Preámbulo de la Constitución siendo él vicepresidente de dicha Comisión. Sonrió, unió los dedos de ambas manos y exclamó en voz baja “Muñoz, Muñoz”. Me percaté entonces de algo que había percibido cuando participaba en las reuniones con los gobernadores Hernández Colón y Calderón.
Trías transitaba en diferentes intensidades cuando era abogado consultor del gobernador y cuando era historiador o juzgador. El uno era comprensivo, gentil y cuidadoso, el otro era inmisericorde con la pluma y de juicios históricos. Moderado al extremo en la palabra hablada, viril y heroico en la escrita. Claro, si se le cuestionaba directo ahí va el juzgador intenso al escenario.
De abogado a Juez Presidente
Trías le informó al gobernador Hernández Colón su disponibilidad para ingresar como juez asociado del Tribunal Supremo. El gobernador con una sonrisa le dijo que la vacante próxima era de juez presidente. El gobernador nunca tuvo dudas que su antiguo profesor debía presidir ese cuerpo. Y eso viniendo de un jurista de vocación metido a político como un deber, son palabras mayores.[17] Y acertó.
Trías fue un juez sin igual en nuestra historia. Sus opiniones son una joya de profundidad jurídica y de sentido de justicia. Sus dotes de humanista, de ser culto y estudioso y de sentido común en lidiar con la vida y con la política le cultivaron su ser para ese rol decisivo en la vida pública de un pueblo.
Las instituciones, las tradiciones, el derecho elevan a un pueblo o lo disminuyen. Cuando uno enseña los casos de Santa Aponte v. Hernández, de ELA v Hermandad de Empleados o de Figueroa Ferrer uno se siente orgulloso deser abogado puertorriqueño. Esa herencia es nuestro haber de pueblo. En sus Memorias él recoge con especial sentimiento su batalla por la lucha de la tradición civilista frente al Common Law asimilista. [18]
Sus juicios finales son importantes. Influido por los asesinatos del Cerro Maravilla sentencia:
“La colonia pervierte. La colonia turba el espíritu y confunde las palabras. Lo que en otros lugares se denomina heroicidad aquí se llamó terrorismo. Aquí se ha titulado héroes a los asesinos de patriotas. Se condene o no la violencia como credo personal o colectivo, se comparta o no su doctrina, el país tiene una deuda de honor con los hombres que ofrecieron sus vidas por la causa de la libertad.” [19]
Y continua;
“nuestro problema no es tanto el insularismo como la insolidaridad. La falta de solidaridad agiganta nuestras diferencias, enardece a la par que trivializa el debate y dificulta el consenso. Para que surja la solidaridad no basta, sin embargo, con frotar la lámpara. Para realizarla hay que trabajar con ahínco. Lo primero consiste en desarrollar el más profundo respeto por el criterio ajeno. No importa las convicciones políticas que cada cual albergue, los puertorriqueños nos debemos los unos a los otros tolerancia y cortesía sincera. [20]
Su pensamiento político lo resume con su denuncia del colonialismo en Puerto Rico y las doce áreas de injerencia federal impropias en nuestro entorno. No por la cláusula territorial, sino por su intervención no democrática en las vidas de Puerto Rico.[21]
En su último escrito sobre el tema de status expresa:
“En los últimos veinticinco años, se ha querido lanzar al país al debate fútil de los años treinta. Se desea, como antes, que el pueblo de Puerto Rico se sienta obligado a escoger entre una estadidad quimérica y una independencia utópica. El Estado Libre Asociado, la ruta del autonomismo, la de una asociación fundada sobre bases de libertad integral, sigue siendo en esta época la fórmula realista para realización por este pueblo de su sueño de liberación económica y política. No se le falte al país.”[22]
Nuestros grandes hombres y mujeres dieron lo mejor de sí al pueblo que los vio nacer. No se merecen el olvido, sino un recuerdo vivo de agradecimiento por inspiración y semilla de futuro. Ellos sentaron nuestras referencias en el quehacer público y personal Supieron tejer con sus entregas y sacrificios la épica de un pueblo que cuya gesta es de vidas transformadas y no de sangre derramada.
Esa gesta nos permite superarnos y luchar por superarlos. Cuando un piensa en Puerto Rico, puede medirse en cuanto a Muñoz y Hernández Colón en cómo gobernar, con Roberto Sánchez Vilella en cómo administrar bienes públicos, con Ricardo Alegría en cómo hacer cultura, con Don Jaime en cómo educar, con Fernós en cómo lograr legislación en el Congreso y junto con el Dr. Arbona cómo hacer salud pública, con María Libertad Gómez cómo superar los prejuicios, con Moscoso en cómo crear empleos, con Morales Carrión en cómo ser diplomático e historiador.
Con Doña Felisa en cómo servir con compasión, con Germán Riekehoff en cómo hacer deporte, con Ramos Antonini en cómo legislar para nuestra gente pobre, con Negrón López en cómo hacer constituciones que perduren por su justicia, con Fernando Chardón en cómo ser un soldado culto y valiente.[23] Y tantos otros ejemplos que nutren nuestro ser colectivo.
Y con José Trías Monge en cómo hacer derecho y poesía con la justicia.
Es un privilegio tener estos maestros que cultiven nuestro ser e inspiren nuestro quehacer. Y Don Pepe es prenda honrosa en nuestro haber de pueblo. Y él hoy como ayer sigue caminando en su “soledad acompañada”:
“De ahí quizás el vago sentido de pérdida que he tenido siempre, unido a una sensación profunda de tranquilidad, de alegría quieta, de que, aunque parezca que no se llega nunca, en realidad se llega o al menos es hermoso el camino hacia la casa.” [24]
[1] Ver Jaime Benítez: Entre la universidad y la política, Universidad Interamericana de Puerto Rico, San Juan (2008) La aportación de Trías Monge aparece en la página 129.
[2] Ver Carmelo Rosario Natal, Francisco Carvajal Narváez: de anarquista libertario a empresario humanista, Hispamer, Guaynabo (2004) P.15-19.
[3] José Trías Monge, Cómo Fue, Memorias, La Editorial Universidad de Puerto Rico, San Juan (2005)
P. 63-64.
[4] “Todo este tiempo, además, desde el octavo grado, la escuela superior y el bachillerato en artes en la Universidad de Puerto Rico, había seguido escribiendo poesía y uno que otro ensayo. Nunca vi incompatibilidad entre mi interés en la literatura y los idiomas y el ejercicio de mi profesión de abogado. Por el contrario, me pareció siempre que la adquisición de mayor cultura en las humanidades era, al menos para mí, indispensable para conocimiento más a fondo de derecho.” Ibid., P.106.
[5] Para una versión ilustrada contraria a la expuesta en este ensayo ver, Jorge E. Vélez Vélez, José Trías Monge, Estado Libre Asociado y el reformismo jurídico colonial 1950-2002, Publicaciones Gaviota, Río Piedras (2018).
[6] José Trías Monge, Cómo fue, Memorias La Editorial, Universidad de Puerto Rico, San Juan (2005) pp.149-150.
[7] Ver José Trías Monge, Historia constitucional de Puerto Rico, Tomo III, Río Piedras, Puerto Rico: Editorial Universitaria, (1982), pp. 1-62.
[8] Véase: Escuela de Administración Pública, La nueva Constitución de Puerto Rico, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras (1954), en el que se publican los excelentes informes sometidos a la Convención Constituyente.
[9] Para el rol del Partido Socialista antes, durante y después del evento constitucional ver el valioso trabajo de Jorge M. Farinacci Fernós, La Constitución obrera de Puerto Rico, El Partido Socialista y la Convención Constituyente, Ediciones Huracán, San Juan (2015). Ver también de Bolívar Pagán, Historia de los Partidos Políticos Puertorriqueños, Vol. II, San Juan (1972) pp.271-331.
[10] Historia Constitucional de Puerto Rico, supra, Tomo III, PP. 89-90.
[11] Ibid. Tomo III P. 98.
[12] Historia Constitucional de Puerto Rico, supra, Tomo I. P. 1
[13] Ibid. Título V: La Garata del Fin del Mundo, P. 461-473.
[14] Ibid. P. 471-472.
[15] José trías Monge, Cómo Fue, Memorias, supra, P. 233.
[16] Ibid. P. 145.
[17] Rafael Hernández Colón, Reflexiones sobre la autodeterminación puertorriqueña (1989-1991), 65Rev JUR. UPR 431, 432(1996)
[18] José Trías Monge, Cómo Fue, Memorias, supra, pp. 278-291.
[19] Historia Constitucional de Puerto Rico, supra, Tomo V P. 463.
[20] Ibid. P.471-472
[21] Ver José Trías Monge, Cómo fue, Memorias , supra, P. 213; Estado Libre Asociado, Raíces , Sentido, Promesa ,en Héctor Luis Acevedo , editor La generación del 40 y la Convención Constituyente, Universidad Interamericana de Puerto Rico , San Juan (2003) 1,10-11, Puerto Rico, The Trials of the Oldest Colony in the World, Yale University Press, New Haven (1997). Pp. 161-163; El Estado Libre Asociado Ante los Tribunales 1952-1994 64 Rev. JUR. UPR (1995) P.1,26,48; Plenary Power and the Principle of Liberty: An Alternative View of the Political Condition of Puerto Rico 68 Rev JUR.UPR(1999) P. 1,28.
[22] Estado Libre Asociado, Raíces , Sentido, Promesa ,en Héctor Luis Acevedo , editor La generación del 40 y la Convención Constituyente, supra, P.3, 12-13.
[23] Ver colección de diez estudios de nuestros líderes en www.Inter.edu, Libros para todos.
[24] José Trías Monge, Cómo Fue, Memorias, supra, P.19.