Nota del editor
Alberto Medina Carrero
Ni mandado a hacer. Fortuitamente, en este número convergen varios textos en los que subyace el anhelo de otra forma de hacer justicia, una menos apegada al rigor tieso del derecho sustantivo y procesal que conocemos, y otra más «humana», que busca las vías del diálogo, la concordia y la restauración del orden particular y social que los conflictos de toda índole quebrantan.
Así, un expresidente de este Colegio, en ocasión solemne, nos recuerda el norte de la abogacía y hace un llamado a que, en el desenvolvimiento de la administración de la justicia, veamos más allá de la letra de la ley a los seres humanos en su dolor y miserias.
Ampliando ese foco crítico, un exjuez comparte su estudio y reflexión sobre la justicia restaurativa según se practica en, principalmente, Costa Rica y, en menor grado. Estados Unidos, y nos invita a considerar su adopción en nuestro sistema.
Con cierto grado de parentesco conceptual, una abogada y mediadora trae a nuestra atención la mediación como método alterno al proceso judicial, con una trayectoria de cuatro décadas, facilitando la solución de disputas de una forma más personal y menos conflictiva que la vía ordinaria.
La figura egregia de Hostos, a 120 años de su muerte, nos sigue aleccionando. Con esa visión de los grandes pensadores, que trasciende épocas, en el siglo XIX, el Maestro ya nos convocaba a una «justicia restauradora» en las «Lecciones de derecho penal» dentro de la obra Antología jurídica de Eugenio María de Hostos, de reciente edición que reseño.
Un conocedor de los asuntos municipales también se apoya en el pensamiento hostosiano, que valoraba prominentemente al municipio en su esquema organizativo del Estado, para traerlo a la discusión de nuestros días sobre las controversias que rodean esa unidad gubernamental.
Un perspicaz colaborador se ocupa de hacernos conscientes de unos extremos sobre el estado de derecho al aborto, a la luz de la jurisprudencia de Estados Unidos aplicable a Puerto Rico.
Otro nos plantea un elemento de su práctica en la toma de deposiciones, a despecho de lo que muchos otros hacen y cuentan con el aval de algunos estudiosos del Derecho al respecto.
Un compatriota profesor de Derecho en Estados Unidos aprovecha nuestras páginas para orientar a quienes aspiren a formar parte de una facultad de derecho allá.
En este número concluye la serie de artículos sobre la subcultura delincuencial y carcelaria, vista a través de los ojos sensibles de un capellán y consejero espiritual.
Como siempre, atendemos otras manifestaciones culturales e intelectuales de nuestra abogacía. Así, un connotado profesor de Derecho comparte un fragmento intrigante que invita a leer su primera novela, próxima a publicarse.
El humor – no siempre bien entendido y apreciado – sigue presente por partida doble en nuestra revista, de la pluma y plumilla de un fiel colaborador.
Y, por supuesto, no faltan mis «dos letras» para los aspirantes a mejorar sus destrezas de redacción jurídica y general.
«Con anhelo de bien».
Alberto Medina Carrero, editor