Sanchismos
Todos somos precadáveres
Por: Lcdo. Hiram Sánchez Martínez
Mi secretaria inexistente me avisó de que a la puerta se había presentado un hombre tan parecido a mí que, de no ser porque ella sabía que yo estaba adentro, en mi oficina, hubiera jurado que era yo mismo.
—Estas cosas suelen suceder —le dije—, es como los sedientos en el desierto que suelen ver normalmente espejismos de oasis inexistentes. Hágalo pasar.
La realidad es que sí, que se parecía a mí, pero al revés. Como cuando uno se mira al espejo y la partidura del lado izquierdo aparece en el derecho o a la inversa.
—¿En qué puedo servirle? —le pregunté después de que le pidiera que se acomodara.
—Es que fui al tribunal a revisar un boleto por exceso de velocidad y cuando la jueza me preguntó el nombre, le respondí que yo era el precadáver del recurrente, o sea, de mí mismo, algo que estaba apuntado en los papeles
—¿Y cuál es el problema legal en que yo le puedo ayudar?
—Bueno, es que cuando la jueza quiso saber a qué me refería con eso del «precadáver» yo simplemente le dije: «Es más fácil, su señoría, que yo le dé un ejemplo, para que lo entienda. Usted es el precadáver de la jueza que va a resolver mi caso, y este señor que está de pie al lado mío es el precadáver del policía que me expidió el boleto». Entonces, la jueza montó en cólera y me dijo que yo estaba utilizando una metáfora para proferir amenazas de muerte y anunciar mi suicidio; me suspendió el caso para el mes que viene y me dijo que debía demostrarle una causa, o algo así, para no ponerme un desacato y que la próxima vez debía ir con un abogado.
—¿Usted le respondió algo?
—Simplemente le dije que yo había faltado a la escuela el día que enseñaron eso de las metáforas, pero que, por si acaso, lo único que yo quise decir fue que todos los seres humanos vivos somos los precadáveres de nosotros mismos, que simplemente estamos en espera de morirnos. Y poco faltó para que me tirara con el mallete. ¿Puede creer una cosa como esa?
—¿Qué? De los jueces… claro que podría creerlo.
—La cuestión es si usted puede representarme.
—Bueno, ya yo no brego con precadáveres ni jueces que montan en cólera, pero lo puedo referir a un primo —bueno, creo que primo tercero— que antes era juez, y al que siempre le han gustado las causas perdidas.